domingo, 17 de abril de 2011

                                                  UNA NUEVA CRISIS (1)

La ley de Presupuestos de 1864, que pretendía frenar la entrada masiva de hierros extranjeros en España, alentó a Pedro Duro a la fabricación de carriles, cuyas primeras remesas salieron de la fábrica langreana al poco tiempo.
Corría el año 1865 y la industria asturiana, en concreto la langreana empezaba a notar los efectos de una llamada “crisis comercial”. No obstante, la industria pesada felguerina la soportaba bien por tener productos de buena calidad y precios razonables si se comparaba con sus competidores.
La falta de moneda en España hizo que los productores siderúrgicos ofrecieran a sus almacenistas y distribuidores unos descuentos suculentos en sus productos. La estrategia era clara “vender mucho con poco margen de beneficio y apoderarse del mercado”cuando la crisis hubiese pasado estaría en posición dominante. El siguiente paso era establecer alianzas con sus inmediatos competidores, cosa que se hizo.
La estrategia empezaba a dar sus frutos, ya que la fábrica de cañones de Trubia les hizo un pedido “interesante” y se firmó un contrato con Minas de Ríotinto para suministrar 50.000 quintales de hierro colado; además dio por roto el acuerdo con Fábrica Mieres y Barcelona porque no convenía con los intereses de la fábrica, deseando conservar la libertad de proceder como se creyera más conveniente.
La crisis financiera del 1866 fue muy grave para España, se combinó una serie de malas cosechas, la quiebra de compañías ferroviarias y el cierre de muchísimas fábricas; la Guerra de Secesión americana tendría la culpa.
En Asturias, los efectos de esta crisis fueron demoledores para la minería y la siderurgia, ya que miles de obreros fueron despedidos. En esta época solo la Fábrica de Pedro Duro Benito mantuvo el mismo personal que en tiempos normales, esfuerzo laudable que debe agradecer el País, tal y como relata el historiador Francisco Palacios en su libro Pedro Duro “Un capitán de la Industria española”.
Había que enfrentarse a los problemas y se inicia una campaña en todo el Estado para defender con uñas y dientes todas las cuestiones siderúrgicas. Publicación de artículos en medios de comunicación asturianos y madrileños,  reuniones con políticos de la época para poner en su conocimiento los sacrificios que se estaban realizando en La Felguera  para poner en marcha una industria que produciría prosperidad a toda una región e incluso España.
Los enemigos eran poderosos y apoyándose en la autoridad de Adam Smith, insistía el patrón de la siderurgia que era necesaria una protección razonable para las industrias del hierro;”pues una guerra, una crisis en el país productor podían privar al consumidor de la primera materia de todas las artes y de todos los medios de ofensa y defensa”.
Pedro Duro se fue al Congreso de los Diputados y expuso con todo lujo de detalles los obstáculos que la factoría felguerina sufría, dando respuestas técnicas contundentes y aportando un exhaustivo informe sobre el estado de la clase obrera en su fábrica de hierros de La Felguera.
Tarifas del ferrocarril, problemas para trasladar el carbón desde Pola de Laviana a La Felguera (se tardó 20 años en construir la línea hasta Laviana) , falta de línea férrea entre Asturias y Castilla, malas condiciones del puerto de Gijón, consumo reducido de hierro e inestabilidad de las tarifas aduaneras fueron desgranadas y explicadas a sus Señorías.
En dicha comparecencia lamina toda respuesta con la siguiente frase: Desgraciado es que estemos divididos por miserables cuestiones de arancel, y que muchos españoles dediquen su influencia y conocido talento a cegar nuestras minas, apagar nuestros hornos y ahogar nuestra industria bajo el peso de una irresistible concurrencia extranjera.
Mientras tanto Federico Bayo, subdirector de la Fábrica declara en la Comisión en nombre de Pedro Duro que lo idóneo sería crear fábricas alrededor de la suya, así aumentaría la fuerza para reivindicar el puerto de Gijón. Criticó que no se hubiese permitido a los fabricantes españoles tomar parte en el suministro de materiales a los ferrocarriles, dejando todo en manos de Francia, Bélgica, Francia e Inglaterra, dejando solo la fabricación de poco valor a las empresas españolas.
La producción en declive, el crédito arruinado, el comercio paralizado entonces Pedro Duro se ve obligado a apagar los hornos de coque de la fábrica de Vega y los viejos de La Felguera. Tiene que rebajar considerablemente los precios de los hierros para poder vender en un mercado cada vez más competitivo.
Pidió respiro a sus acreedores y se las veía para poder pagar a sus obreros. Se barajó la posibilidad de hipotecar la fábrica y sus dependencias en garantía de unas letras de cambio por valor de 3,3 millones de reales… y ya que el estado apostaba por el hierro inglés se barajó la posibilidad de cerrar la fábrica y esperar a que los clientes se sirviesen de las fábricas de Inglaterra.
Pero no se quedó con las manos cruzadas como relata Francisco Palacios, viajó por toda España tratando de convencer a clientes e intermediarios de que no encontrarían en ninguna  otra fábrica precios y productos mejores. Impulsó la fabricación de nuevos productos para poder mitigar los efectos adversos de tan difícil y compleja coyuntura.
Se dirigió a sus principales clientes, a los de mayor confianza para que le dijesen que productos necesitaban en sus provincias (arados, rejas etc.) llegando a fructificar otros negocios de mayor envergadura.
En el 1867 Pedro Duro recibe una invitación del Comisario regio español para que su empresa participara en la Exposición Universal de París. Dicha Exposición fue inaugurada por Napoleón III y su esposa, la española Eugenia de Montijo. Fue visitada por más de 10 millones de personas y tuvo 50.000 expositores, el Pabellón español estaba presidido por LA TIZONA famosa espada del Cid.
A pesar de las crisis industriales, comerciales y financieras, Pedro Duro anunciaba en Julio del mismo año que, venciendo los sacrificios consiguientes e indispensables, había puesto en fuego un horno, para cuyo servicio fue necesario contratar a 104 nuevos trabajadores, ascendiendo a mas de 800 el total de los obreros empleados en la factoría felguerina.
En 1883, una crisis galopante afectó con especial rigor a las siderurgias asturianas. La competencia de los hierros europeos, la caída de los precios…. una nueva crisis.

                                                                                                                                                 
                                              UNA NUEVA CRISIS (2)

En el otoño de 1867, Duro y Cía. contrataba con José Ruiz Quevedo, constructor general del Ferrocarril del Noroeste, la fabricación de carriles y tablillas para dos de las tres secciones de dicha línea Era la primera vez que una fábrica española recibía un encargo tan importante. Hasta entonces, los materiales para el tendido de los ferrocarriles habían sido encargados preferentemente a industrias inglesas, belgas y alemanas, anulando con ello el posible desarrollo siderúrgico español, que estaba representado en aquella época por la siderurgia asturiana y, en particular, por la fábrica felguerina, única capaz de responder con cierta garantía a los hierros importados, tal y como relata Francisco Palacios.
Pedro Duro conocía el poder y la influencia de la prensa en la formación de la opinión pública; estaba suscrito a un buen número de periódicos y revistas, nacionales y regionales, de diferentes temáticas y tendencias; él mismo publicó artículos en alguno de esos periódicos defendiendo casi siempre sus posiciones y procuraba estar atento a las noticias de prensa referidas a la fábrica, cuya buena imagen quería preservar por encima de todo.
En cierta ocasión reventó una caldera del taller de pudelaje, que hirió a cinco obreros, a uno de ellos gravemente, le encargó expresamente a José Ramón Olavarría, su representante en Gijón, que estuviera pendiente del Norte de Asturias, periódico de Gijón dirigido por Evaristo Escalera, y en el caso de que diera la noticia, se ocupara de que lo hiciera con “datos ciertos y no por lo que pueda decir la voz pública”.
Colaboraba con los Ayuntamientos del Valle del Nalón con asiduidad. El Ayuntamiento de Laviana le encargó unas tuberías para una fuente pública. Como la empresa felguerina explotaba también unas minas de hierro en este municipio y necesitaba abastecerse del agua de dicha fuente, Duro se dirigió al alcalde rogándole que, para contribuir con algo por su parte, “le agradecería que inclinara el ánimo del Ayuntamiento para que le hiciera el obsequio de admitir lo tubos como regalo. Por esta razón no remitimos a usted la cuenta según mi deseo”.
En momentos cruciales, Pedro Duro supo elegir casi siempre la alternativa que más convenía a la empresa, venciendo en ocasiones la resistencia de sus socios y superando sus propias incertidumbres.
La crisis se agravaba, disminuían las ventas y aumentaban las pérdidas. Reconocía que “eran muchas las teclas que había que tocar y el ya tenía mal genio para lidiar con la gente”. Ahora había que moverse y tomar decisiones para atenuar los efectos inmediatos de la crisis.
Como primera medida de presión, los socios Vicente Bayo y los herederos de los Marqueses de Camposagrado y Pidal se dirigieron al Ministro de Fomento pidiéndole que se activaran los trabajos del ferrocarril. El ministro prometió que haría cuanto estuviera en sus manos para defender las legítimas aspiraciones de la provincia.
Su hermano y socio Julián solicitaba de la Reina que se pusiera fin a la franquicia, ya legalmente caducada para comprar material ferroviario en el extranjero “por la amplísima interpretación que se dio a tal privilegio comprándose hierros no autorizados”.
En la fábrica, para disminuir costes y así poder vender más barato, Duro decidió rebajar los jornales el 10% desde el primero de junio del 1868, empezando por él mismo y acabando por el último peón.”Muy sensible es tener que tomar este paso, que lleva la perturbación a muchas familias, pero de no hacerlo así resultarían males mayores”
Una vez puesta en práctica la reducción, se lamentaba de que varios obreros cualificados se hubieran marchado a la fábrica de Mieres, quedándose sin el personal necesario para el completo funcionamiento de los talleres. Lo ponía como ejemplo de la ruinosa competencia que se estaban haciendo entre sí las fábricas asturianas.
Explica Francisco Palacios que Pedro Duro tenía una obsesión y era la educación de los obreros que contrastaba con la escasa conciencia social que existía sobre la instrucción técnica. Para determinados grupos dirigentes, incluso para los que se consideraban progresistas, la educación profesional era entonces innecesario para la clase trabajadora.
Lamentó que el mismo año de la puesta en funcionamiento de la fábrica se clausurara la Escuela Industrial Superior de Gijón cuyo objetivo era preparar técnicos para las nuevas industrias.
Por las mismas fechas y también por razones presupuestarias, se suprimía en la Universidad de Oviedo la cátedra de Química, “con lo que se perdió la posibilidad de una transformación en consonancia con el progreso económico de Asturias; a lo largo del siglo XIX, la Universidad ovetense fue un centro tan pobre y fantasmal, que incluso en los años sesenta no desapareció de milagro”.
Respecto al aprendizaje tecnológico básico, que se realizaba entonces en los mismos talleres de las industrias, la Fábrica de Armas de Trubia fue un ejemplo pionero en este sentido. Allí fundó Elorza, su director, la primera Escuela de Formación Profesional Obrera de España. De ella reclutaron sus obreros especializados las industrias asturianas del hierro. Pedro Duro hacía ingresos mensuales en la cuenta de Elorza “para pagar a nuestros obreros en Trubia.
Años más tarde se puso en marcha en La Felguera un plan de instrucción profesional en las instalaciones de la fábrica con resultados muy positivos en pocos años. Se vanagloriaba de que muchos obreros jóvenes, que no poseían ningún conocimiento técnico en la fabricación del hierro cuando empezaron a trabajar en la fábrica, habían llegado a ser maestros en diferentes talleres.
La poesía de Pedro Duro eran los números, la producción, la calidad y la atención al cliente; estaba convencido de que la fábrica estaba contribuyendo a mejorar ostensiblemente las condiciones de vida de los trabajadores de toda una comarca. Por eso habría estado de acuerdo con Percy Snow en que la industrialización era la única esperanza del pobre. La esperanza en un sentido crudo y prosaico, pues la revolución industrial, donde realmente se implantó, trajo consigo un gran aumento de población, cuidados médicos, alimentos suficientes y posibilidad de que todos lean y escriban, porque una sociedad industrial no puede prescindir de eso.
Estamos en siglo XXI y por lo tanto obligados en buscar una salida profesional a todas aquellas personas que no deseen cursar estudios universitarios; en segundo lugar paliar la necesidad de profesionales en estos sectores de nuestra actividad económica.
Los sindicatos apoyan sin fisuras esta iniciativa y avisan que estarán alerta denunciando a aquellos empresarios que quieran usar a este colectivo como mano de obra barata y  que las empresas que se beneficien de la puesta en marcha de esta modalidad no prescindan de ningún trabajador.
Estoy plenamente convencido que la mayoría de los  Empresarios (con mayúscula) respetarán y se esforzarán en poner en valor la figura del Aprendiz del siglo XXI, pero como todos nos conocemos en este pequeño Principado de Asturias, entre todos tenemos que evitar que pueda hacer uso de esta modalidad  el explotador, el tirano el “piojo resucitau” que cree que el aprendiz estará para prepararle el café, hacerle la compra  o lavarle el coche. 
Si todo transcurre según lo previsto, en un breve espacio de tiempo a los Empresarios asturianos se les terminará los argumentos y  no tendrán más excusas para no contratar de manera indefinida a nuestros jóvenes que seguro  responderán de manera positiva.

                                    
                             

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