martes, 18 de septiembre de 2012


                                 APRENDICES, PROFESIONALES DEL SIGLO XXI

Andan últimamente los empresarios del metal muy preocupados  por el relevo generacional de sus trabajadores.  Se han dado cuenta ahora de que en breve espacio de tiempo harán  falta soldadores, ajustadores, fresadores, tuberos, sopleteros, y caldereros para poder prejubilar y/o jubilar a  miles de trabajadores.
Los empresarios de la construcción y sus derivados saben perfectamente que dentro de unos años necesitarán albañiles, encofradores, ferrallistas, alicatadores, topógrafos, delineantes, fontaneros, operadores de maquinaria, dumperistas, etc. y  las escuelas o centros de formación tanto empresariales como sindicales no pueden abastecer a las empresas de profesionales con la rapidez deseada.
Por todo esto los empresarios reclaman ahora la recuperación del “antiguo” aprendiz pero según ellos adaptándolo a los tiempos, colocándolos al lado de los oficiales e integrarlos en el día a día.
Los sindicatos no se fían ya que creen que los empresarios lo que pretenden es conseguir trabajadores a bajo coste y  no les falta razón a la vista del mal uso y abuso que se les ha dado a los contratos de formación y prácticas, por parte de algunos empresarios.
Comparto plenamente que ha sido un error histórico, la eliminación de los aprendices y para no cometer (unos y otros) los errores del pasado es necesario un recorrido por la figura del aprendiz a través de la historia, simplemente como recordatorio.
Ya en la antigua Babilonia, o sea 5.000 años antes de J.C. el código de Hammurabi  trataba la figura del aprendiz. En la Antigüedad clásica existió un alto concepto de la educación, pero solo cuando iba dirigida a actividades nobles (política y filosofía), con lo que el aprendizaje se asimiló a actividades manuales como artesanía o industrias rudimentarias.
Ya en el Bajo Imperio Romano, se observa un descenso en las cualificaciones preocupados en un mercado de productos cada vez más amplio, con una demanda más cuantitativa que cualitativa. Ello acabará provocando  que los trabajos se hagan de forma más rutinaria, limitándose los artesanos a “copiar sin innovar”, sin preocuparse de la formación de los obreros.
En estos talleres artesanales será donde se encuentren las raíces del aprendizaje moderno, sin olvidar la valoración negativa que los trabajos manuales tenían en las civilizaciones clásicas, por lo que serán los jóvenes de las clases débiles o los esclavos quienes aprendan esos oficios.
A finales del Imperio Romano surge un problema; la escasez de mano de obra debido a las dificultades de las familias modestas para mantener a sus esclavos, lo que provocó su liberación; a esto se sumaron las emigraciones al campo y la concentración en las grandes explotaciones agrarias.
Durante la Edad Media se inicia la organización de los oficios en gremios, siendo una institución que surgió con la finalidad de reunir a los artesanos de un mismo oficio, que apareció en las ciudades medievales y se extendió hasta fines de la Edad Moderna, cuando fueron abolidas. Tuvo como objetivo conseguir un equilibrio entre la demanda de obras y el número de talleres activos, garantizando el trabajo de sus asociados, su bienestar económico y los sistemas de aprendizaje; se ha sostenido que el gremio fue un precedente del sindicato moderno.
Tal y como explica José Antonio Terán Bonilla, la persona que quería iniciarse en el conocimiento  y secretos del oficio de la Albañilería ingresaba en el gremio en calidad de aprendiz; para ello generalmente se efectuaba un contrato entre el mismo aspirante o sus familiares con el maestro, el cual se hacía ante notario público.
El maestro se comprometía a enseñarle el oficio, no ocultándole nada del mismo durante un periodo que variaba dependiendo de la índole de las enseñanzas que hubiera de asimilar el aprendiz y del tipo de obra que quería aprender.
En la actividad de la construcción los aprendices podían encontrarse en calidad de internos o externos. En el primer caso, el aprendiz vivía en casa del maestro y éste le debía mantener, dándole comida y vestidos. Si era externo, no tenía esos derechos, por lo que el maestro le pagaba una cantidad para que pudiera satisfacer sus necesidades de subsistencia. El maestro le proporcionaba las herramientas de trabajo, tales como picos, martillos y escoplos, las que en ocasiones entregaba a su alumno al final del periodo de aprendizaje, o exigía su devolución en perfecto estado. 
Si el maestro no cumplía con  lo acordado, se le podía castigar obligándole a que el aprendiz cambiara de maestro, o se le hacía que terminase su enseñanza pero pagándole a su alumno el sueldo que percibía un oficial.
En España con frecuencia al aprendiz se le llamaba “criado”. Además debe decirse que no en pocas ocasiones como señala Terán Bonilla, los hijos o parientes de los maestros entraron como aprendices del oficio.                 
Una vez que el periodo de aprendizaje había concluido y el maestro consideraba que su discípulo estaba preparado, al alumno se le entregaba una carta de aprendizaje y se le  registraba en el Libro de Oficiales hecho con el que alcanzaba el segundo grado de la jerarquía gremial.
Pero claro son normales  las reticencias de los representantes de los trabajadores. Nuestra historia está plagada de actos indignos infringidos por unas personas a otras como los casos que señala  Antonio Muñoz Buendía en su estudio “La infancia robada, niños esclavos, criados y aprendices”. No han sucedido en  algún país africano, asiático o sudamericano sino a nuestro lado, a la vuelta de la esquina tanto en lugar como en el tiempo.
Los propietarios de los niños/as fueron Altos cargos militares, Autoridades municipales, Burócratas, Grandes y medianos terratenientes, Mercaderes y Eclesiásticos; siguiendo el Derecho Romano, el niño era vendido, separado de su familia, sometido a trabajos duros, cuando no al capricho o a los malos tratos de su propietario… pero eso es ya otra historia.

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viernes, 14 de septiembre de 2012


                                          LA CIUDAD LINEAL… MÁS CERCA
Ha tenido que ser la puñetera crisis (califícala como tu quieras) la que les haya tenido que hacer entrar en razón a los opositores de la idea. Algunos llevamos años diciendo que la Mancomunidad era el inicio de la tan deseada constitución de la Ciudad Lineal del Valle del Nalón y si me apuras un poco, la Ciudad Lineal de Los Valles del Nalón y del Caudal.  
Sin embargo otros, con la boca grande decían que apoyaban la constitución del Ayuntamiento único y que no eran localistas, que era el iluminado de Jerónimo y unos pocos más, pero luego ponían todo tipo de trabas allá donde tenían influencia para que la UNIÓN no se convirtiera en realidad.
Decía y mantengo que es perfectamente compatible la UNIÓN sin que se pierda las peculiaridades de cada PUEBLO; pero como la historia está ahí, para quien quiera leerla sin odios o rencores, hoy no me referiré al intento segregacionista de La Felguera, si no que transcribo de manera literal lo acaecido en el año 1837, ya que en ese año se producía la segregación de San Martín del Rey Aurelio y que ha sido  recogida en el libro “Historia de Langreo” de Cándido Fernández Riego y comentado por Juan Antonio Quirós Castillo.
El Concejo de Langreo estaba dividido en cuatro cuartos, que lo formaban la Cabezada, Ciaño, Santolaya y Riaño. El primero lo componían las parroquias de Blimea, San Martín y San Andrés de Linares. Estas tres parroquias fueron las que, acogiéndose al Real Decreto de 1835 que reorganizaba los ayuntamientos, se independizaron de Langreo. Los ayuntamientos debían de componerse de alcaldes, tenientes de alcalde, regidores y procurador síndico. "Se conservarían los Ayuntamientos en los pueblos que ya los habían tenido, aunque su población no llegase a cien vecinos, y podían también constituirse ayuntamientos en aquellos otros pueblos que lo necesitaren, contando con este último número de vecinos.
Fue por entonces cuando el cuarto de la Cabezada, o sea, las tres parroquias ya citadas, solicitaron y les fue concedida su independencia, constituyendo así el actual municipio de San Martín del Rey Aurelio y prevaleciendo de las tres, aunque bien pudo haberse llamado el Concejo de la Cabezada, Blimea o de Linares (donde estaba la villa más importante de todo Langreo), la de San Martín, por ser la de más tradición y fuerte personalidad, con el añadido del Rey Aurelio, que le daba más autoridad y antigüedad.
La primera vez que San Martín formó ayuntamiento independiente fue en la época constitucional de 1820 a 1823 (Trienio liberal), siendo suprimido después durante el segundo período absolutista, y volviendo a solicitar la reposición de su anterior municipalidad le fue concedida en 1837, continuando ya sin interrupción como concejo, sin dependencia de Langreo.
Recogemos a continuación el acta de la sesión de formación de la Municipalidad de San Martín (6-Enero-1837): "En la casa de San Fructuoso y jurisdicción de San Martín del Rey Aurelio, día seis de Enero de mil ochocientos treinta y siete,    bajo la presidencia del Señor Don Alejandro Montes, Alcalde primero constitucional de la jurisdicción y Ayuntamiento de la Villa de Sama, Capital de este antiguo Concejo de Langreo, siendo llegada y aún pasada la hora de cita prevenida por dicho señor para el acto de la sesión de los que son nombrados para componer la Municipalidad de este nuevo Concejo, en este sitio designado por capital concurrieron los Señores Don Benito García Ciaño, único Alcalde, Don Juan García Argüelles, primer regidor; Don Vicente Suárez Serrano,segundo; Don José Bernaldo de Quirós, tercero; Don Juan Lamuño, cuarto, y el regidor Síndico, Don Julián García Riaño, los cuales enterados del nombramiento que procede en el anterior certificado para su respectivo cargo y juramentados por dicho Señor Montes ante mí, el escribano numerario de este Concejo, aceptaron el destino expresado para cada uno con arreglo al artículo 337 de la Constitución política de la Monarquía Española, prometieron guardarla, observar las Leyes, ser fieles a la Reina nuestra Señora Isabel Segunda, y cumplir religiosamente las obligaciones de su cargo, y enseguida el repetido Señor Don Alejandro Montes entregó al nominado Señor Don Benito García Ciaño, único alcalde nombrado en esta Jurisdicción, una vara de avellano con una Cruz en el extremo superior en señal de la Posesión de la actual corporación civil, velando así y en misión con los demás señores ya nombrados, los cuales toman posesión quieta y pacíficamente sin ninguna contradicción, y lo firmaron siendo testigos el Alguacil Valentín Ordiz, José Fernández Vericioso y Lorenzo Sánchez de la Cerezal, en esta jurisdicción y otros varios, de todo lo cual, yo el escribano, doy fe: Juan Venglones". Siguen las firmas: Benito García Ciaño, Alejandro Montes Argüelles, Juan García Argüelles Quirós, Vicente Suárez Serrano, José A. Bernaldo de Quirós. 
Ante mí, Bernardo González. Rubricado. Todos rubricados. "Di testimonio de este acta al Señor Alcalde de Sama en el día de hoy, en papel correspondiente, con su correspondiente sello: certifico". Su capital actualmente es Sotrondio, pero antiguamente se llamaba La Alameda; el nombre de La Alameda le cuadraba muy bien por los hermosos álamos que formando espeso y prolongado pabellón bordeaban la carretera hasta el barrio de La Angariella. La estación del ferrocarril lleva el nombre de Sotrondio, pero según don Eladio G. Jove, impropiamente, porque el barrio así denominado se ha situado al otro lado del río. El nombre verdaderamente tradicional e histórico es San Frechoso o San Fructuoso, como así lo denomina el historiador Don Ciriaco Miguel Vigil.
Aprendamos de la historia y si realmente la mayoría del pueblo está convencido que esta UNIÓN podría ser parte de la solución a nuestros problemas…. HAGÁMOSLO y no perdamos más el tiempo.

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